domingo, 23 de noviembre de 2014

Leer, comprender y aprender


Comprender y aprender son dos aspectos ligados a lectura que están íntimamente relacionados. Leer es comprender, pero también es aprender, ya que la lectura es uno de los instrumentos esenciales que posibilita el aprendizaje, aun cuando éste no es el fin último del propio lector.

Se hace necesario, pues, estar muy alerta a cómo y para qué se realiza la enseñanza de la lectura y, para ello, resulta imprescindible conocer tanto los factores que influyen sobre los alumnos cuando éstos abordan un texto como las estrategias a nuestro alcance para garantizar que se cumplen los objetivos establecidos.

Esta relación entre lectura, comprensión y aprendizaje, entendidas como tres piezas indisociables del mismo engranaje,  es el eje entorno al que gira el segundo capítulo del libro de Isabel Solé Estrategias de lectura (Graó, 1992), que se analiza de un modo crítico en este comentario.


Aprender a leer

Leer significa comprender lo que estamos leyendo, es decir, al leer atribuimos significado a aquello que leemos. Se trata pues de una construcción de significados que realizamos a partir de lo que ya sabemos, si bien se trata de un proceso de construcción de carácter personal, que desarrollamos como lectores activos (la comprensión de una lectura implica activamente al lector), que depende la motivación, las expectativas y los conocimientos previos de cada individuo en particular.

Para que este proceso de construcción de significados se realice con ciertas garantías de éxito es necesario, pues, tener en cuenta algunos factores:

  • Activar los conocimientos previos. Los conocimientos previos son las representaciones que cada individuo se hace acerca de la realidad y se organizan en esquemas de conocimiento flexibles que van variando con el tiempo a medida que aprendemos. Estos esquemas son la base del aprendizaje y, por tanto, en la medida en que seamos capaces de activarlos, es decir, de establecer conexiones entre lo que ya sabemos y los nuevos conceptos que nos vamos encontrando, seremos capaces de comprender lo que leemos.
  • Conocer nuestras expectativas sobre la lectura. Comprender un texto pasa necesariamente por tener claro para qué estamos leyendo, es decir, cuáles son nuestras intenciones a la hora de abordar un texto. Este hecho nos  ha de permitir emplear las estrategias necesarias para cumplir con nuestros objetivos y, a la vez, ejercer un autocontrol de las incomprensiones, necesario durante el proceso de lectura para determinar si estamos cumpliendo o no con el objetivo que nos hemos establecido. No es lo mismo leer un texto para conocer si nos interesa, que estudiarlo para un examen: nuestra intención al abordarlo es diferente y, al hacerlo, se activan determinadas estrategias en uno u otro sentido.
  • Motivar al lector. La persona que lee ha de ser competente para ello, ha de encontrar sentido a lo que lee y ha de disponer de las herramientas necesarias para abordar el texto con garantías de éxito. Si el texto responde a los intereses del lector y si la tarea planteada responde a un objetivo claro se mantendrá la motivación del lector y, por lo tanto, la razón por la cual éste sigue leyendo el texto.



Leer para aprender

La lectura posibilita la comprensión de textos pero, a su vez, también es un instrumento esencial para el aprendizaje.

Mediante la lectura los alumnos pueden aprender significativamente (Ausubel, 1993). El aprendizaje significativo y, en el caso que nos atañe, el aprendizaje significativo mediante la lectura, consiste en aprender nuevos conceptos gracias a lo que ya sabemos, estableciendo relaciones entre nuestros conocimientos previos y lo que queremos asimilar, de un modo no arbitrario y sustantivo, es decir, reorganizando nuestros esquemas de conocimiento a medida que avanzamos en el texto.

Sin embargo, este aprendizaje significativo no se realizará con garantías cuando:
  • Los conocimientos previos del lector no sean relevantes, es decir, que el lector no sea competente ante la dificultad de la tarea y no pueda establecer conexiones significativas.
  • El texto no se estructure con cierta claridad y coherencia.
  • El lector no muestre disponibilidad, es decir, no encuentre sentido a lo que lee y, por lo tanto, no active las estrategias que han de permitirle de entender para qué lee. Además, en este sentido, el lector tampoco activa la motivación intrínseca (aquella que resulta del placer de aprender por aprender, sin recompensas ni castigos) y acaba por alejarse del aprendizaje.

El profesor juega un papel fundamental en el proceso de aprendizaje, ya que debe encontrar actividades que se adapten al nivel madurativo de sus alumnos y a los intereses de éstos, con textos que estén bien estructurados y sean coherentes y, a la vez, que planteen un objetivo claro y asumible. Además, el profesor debe encargarse de activar los conocimientos previos de sus alumnos, para que éstos puedan establecer conexiones con lo que ya saben, y de enseñarles estrategias de lectura que les permitan abordar el aprendizaje con garantías de éxito (resumir, subrayar, esquemaizar, destacar las ideas clave, etc.).

En la lectura se dan, pues, dos tipos aprendizaje:

  1. Uno no intencionado, vinculado al placer de leer, que ocurre cuando los objetivos de lector no están relacionados con el aprendizaje.
  2. Otro intencionado, cuando el objetivo de la lectura es aprender, que pone en marcha toda una serie de estrategias mentales para garantizar que relacionamos los nuevos conceptos con aquellos que ya conocemos e incorporamos la nueva información a nuestros esquemas de conocimiento, ya sea relacionándola, completándola o modificando la anterior.


En conclusión, la relación entre leer, comprender y aprender resulta fundamental en educación y ha de ser tenida muy en cuenta especialmente en Educación Primaria, pues permite desarrollar una de las competencias integrales de la persona: la  competencia de aprender a aprender, mediante la cual los alumnos han de ser capaces de aprender de un modo significativo y autónomo. 

Como profesores, debemos plantear a nuestros alumnos, por lo tanto, actividades de lectura adecuadas, que respondan a diferentes finalidades y que mantengan la motivación del alumno, para garantizar así que nuestros alumnos aprenden significativamente con aquello que leen y avanzan en su proceso personal de aprendizaje.

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